¡Señora, no me toque los belenes!
Foto: Belén instalado en la Grand Place de Bruselas.
Tras regresar de un viaje y repasar las noticias nacionales atrasadas me he encontrado con dos de gran impacto, a pesar de su escasa importancia. Y las dos, de alguna manera, relacionadas entre sí por afectar a nuestras tradiciones. La de más calado fue la opinión de la ministra de Medioambiente, Cristina Narbona, sobre la muerte de los toros, que prefiere que se realice una vez acabada la corrida y con el mismo anonimato con que hasta hace bien poco se llevaba a cabo el garrote vil, por cierto, invento español. La ministra quiere degradar al toro con una muerte también vil, con puntilla, en lugar de permitir que lo haga teniendo la oportunidad, aunque pequeña, de llevarse por delante al torero.
Otra ha sido la genialidad de una directora de un colegio de Mijas que ha destrozado la actividad de unos alumnos y sus materiales al desmontarles, con nocturnidad y alevosía, el belén que habían elaborado, con dinero de su propio bolsillo, como parte de una actividad escolar. No voy a entrar a juzgar estas posturas. Sólo puedo hablar de la “percepción” que ha habido de ellas, elemento indisolublemente unido a la calidad y que no implica calificación, sino apreciación personal. Pues bien, creo que lo que la inmensa mayoría de la gente ha percibido es que, en el primer caso, la ministra hubiera estado más guapa callada y que, en el segundo, la directora del colegio es rematadamente imbécil.
No obstante, lo que quiero destacar del caso es que estas noticias han dado pie a que sienta algo de más simpatía por dos personajes: Gaspar Llamazares y Hugo Chaves. El primero consideró que atentar contra nuestra fiesta era hacer el caldo gordo a las continuas críticas de los anglosajones. El segundo, simplemente, ha tenido el buen gusto de sustituir a Papá Noel – símbolo imperialista - por un pesebre.
¿No serán acaso la ministra y la maestra agentes secretas de Bush?
Otra ha sido la genialidad de una directora de un colegio de Mijas que ha destrozado la actividad de unos alumnos y sus materiales al desmontarles, con nocturnidad y alevosía, el belén que habían elaborado, con dinero de su propio bolsillo, como parte de una actividad escolar. No voy a entrar a juzgar estas posturas. Sólo puedo hablar de la “percepción” que ha habido de ellas, elemento indisolublemente unido a la calidad y que no implica calificación, sino apreciación personal. Pues bien, creo que lo que la inmensa mayoría de la gente ha percibido es que, en el primer caso, la ministra hubiera estado más guapa callada y que, en el segundo, la directora del colegio es rematadamente imbécil.
No obstante, lo que quiero destacar del caso es que estas noticias han dado pie a que sienta algo de más simpatía por dos personajes: Gaspar Llamazares y Hugo Chaves. El primero consideró que atentar contra nuestra fiesta era hacer el caldo gordo a las continuas críticas de los anglosajones. El segundo, simplemente, ha tenido el buen gusto de sustituir a Papá Noel – símbolo imperialista - por un pesebre.
¿No serán acaso la ministra y la maestra agentes secretas de Bush?
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