SIN PERDÓN
A pesar del esfuerzo de Telecinco, los productores del programa de Miguel Ángel Blanco no han conseguido ni siquiera acercarse al horror de aquellas inolvidables cuarenta y ocho horas de hace nueve años. No han podido transmitir a los que no lo vivieron la agonía de un joven concejal, la desesperación de su familia y la angustia de un país paralizado por la más maquiavélica de las maniobras terroristas, superior en frialdad y refinamiento a las de Al-Qaeda. La reconstrucción ha sido burda, con actores con rostro humano, cuya interpretación ha creado la ficción de que en las caras de los personajes que pretendían encarnar pudiese haber algún viso de sentimiento. Sólo la aparición de la imagen de los auténticos asesinos ha podido llevar a los espectadores parte de su vileza y repugnante condición.
Cierto individuo, cuyo nombre no interesa a nadie y que debió, en su momento, contemporizar con el franquismo que decía combatir, habida cuenta de que está vivo, se preguntaba por qué han de pedir perdón.
¿Acaso el estúpido puede pensar que la nación española quiere que lo hagan?
Cierto individuo, cuyo nombre no interesa a nadie y que debió, en su momento, contemporizar con el franquismo que decía combatir, habida cuenta de que está vivo, se preguntaba por qué han de pedir perdón.
¿Acaso el estúpido puede pensar que la nación española quiere que lo hagan?