La Virgen de los Remedios y los petardos
Foto: Fragmento de los frescos "Ermita de la Virgen de los Remedios", Vélez-Málaga, del insigne pintor Evaristo Guerra, orgullo de España.
Las alertas de “google” que tengo activadas me trajeron ayer una noticia publicada en pasiondigital.org: que la Virgen de los Remedios “bajó este domingo en procesión desde su ermita situada en el cerro de San Cristóbal hasta la Iglesia de San Juan donde permanecerá hasta el segundo domingo de Noviembre cuando volverá a ser procesionada por las calles de la ciudad y posteriormente subirá de nuevo a su ermita.”
Al final de la noticia había un comentario de “Un ciudadano que quiere dormir la siesta en domingo” diciendo que “Me parece una catetería y una agresión medioambiental que con este motivo tengan que atronar el pueblo con grandes petardos”.
Así me enteré de la causa de que yo tampoco la hubiera podido dormir. El tema de los petardos evidentemente está en relación con el grado de subdesarrollo, no económico sino cultural, de los pueblos. Yo no estoy en contra de las tradiciones, sino en contra de la libertad de opción. Respeto las corridas de toros, los Sanfermines y hasta las Tamborradas, suponiendo que todos los habitantes de la ciudad correspondiente estén de acuerdo con estas últimas. No estoy a favor de tirar la cabra desde un campanario por razones obvias, un maltrato animal de “tonto de pueblo”. En esa tradición, ya afortunadamente prohibida, a diferencia de en los toros no hay arte, ni creación de riqueza, ni producto turistico… Además, las cabras no tienen su existencia supeditada al mantenimiento de esa estúpida y cruel tradición. Pero tampoco me voy a echar a la calle para defender la fiesta nacional.
El tema de los petardos es más molesto. No sólo priva del ejercicio de otra tradición, la de la siesta, muy beneficiosa según se ha demostrado por reputados científicos, sino que crea “daños colaterales”. Muchos de los perros que no son de caza se asustan y se vuelven agresivos. En la anterior “bajada” de la Virgen, cuando a las cuatro de la tarde de otro domingo me levanté de bastante mal humor, observé como el perro de mi cuñada se había metido detrás de la torre de mi ordenador. Al tratar de sacarlo, más por evitar daños al equipo que porque se electrocutara el perro (esto hubiera sido algo que agradecer a los petardos), el hijo de su madre me mordió en una mano, a consecuencia de lo cual hube de ser atendido en urgencias. Y ya se sabe, la antitetánica y lucha para evitar la antirrábica. Por el contrario, los perros de caza se excitan y reclaman salir a “pegar tiros”.
Otras de las consecuencias más graves de los petardos es el estrés que provocan en muchas personas, sobre todo entre aquellas que en algún momento de su vida han vivido en países en guerra o donde los atentados eran moneda común. Les aseguro que yo que lo he vivido en primera persona no consigo desprenderme de esa sensación que se te graba en tu subconsciente de manera permanente, a pesar de que no soy especialmente sensible. Pero conozco a muchos, la mayor parte extranjeros, a los que les sobreviene una crisis de ansiedad incontrolada. Y es que, en un mundo agitado por el terrorismo, hay que ir despejando el ambiente de estímulos que se asemejen a los de las bombas. No hagamos que se relacione a la Virgen de los Remedios con la polución acústica, porque entonces inevitablemente concitaría la antipatía de muchos. Y la Virgen imagino que no es la que organiza todo ese escándalo.
Al final de la noticia había un comentario de “Un ciudadano que quiere dormir la siesta en domingo” diciendo que “Me parece una catetería y una agresión medioambiental que con este motivo tengan que atronar el pueblo con grandes petardos”.
Así me enteré de la causa de que yo tampoco la hubiera podido dormir. El tema de los petardos evidentemente está en relación con el grado de subdesarrollo, no económico sino cultural, de los pueblos. Yo no estoy en contra de las tradiciones, sino en contra de la libertad de opción. Respeto las corridas de toros, los Sanfermines y hasta las Tamborradas, suponiendo que todos los habitantes de la ciudad correspondiente estén de acuerdo con estas últimas. No estoy a favor de tirar la cabra desde un campanario por razones obvias, un maltrato animal de “tonto de pueblo”. En esa tradición, ya afortunadamente prohibida, a diferencia de en los toros no hay arte, ni creación de riqueza, ni producto turistico… Además, las cabras no tienen su existencia supeditada al mantenimiento de esa estúpida y cruel tradición. Pero tampoco me voy a echar a la calle para defender la fiesta nacional.
El tema de los petardos es más molesto. No sólo priva del ejercicio de otra tradición, la de la siesta, muy beneficiosa según se ha demostrado por reputados científicos, sino que crea “daños colaterales”. Muchos de los perros que no son de caza se asustan y se vuelven agresivos. En la anterior “bajada” de la Virgen, cuando a las cuatro de la tarde de otro domingo me levanté de bastante mal humor, observé como el perro de mi cuñada se había metido detrás de la torre de mi ordenador. Al tratar de sacarlo, más por evitar daños al equipo que porque se electrocutara el perro (esto hubiera sido algo que agradecer a los petardos), el hijo de su madre me mordió en una mano, a consecuencia de lo cual hube de ser atendido en urgencias. Y ya se sabe, la antitetánica y lucha para evitar la antirrábica. Por el contrario, los perros de caza se excitan y reclaman salir a “pegar tiros”.
Otras de las consecuencias más graves de los petardos es el estrés que provocan en muchas personas, sobre todo entre aquellas que en algún momento de su vida han vivido en países en guerra o donde los atentados eran moneda común. Les aseguro que yo que lo he vivido en primera persona no consigo desprenderme de esa sensación que se te graba en tu subconsciente de manera permanente, a pesar de que no soy especialmente sensible. Pero conozco a muchos, la mayor parte extranjeros, a los que les sobreviene una crisis de ansiedad incontrolada. Y es que, en un mundo agitado por el terrorismo, hay que ir despejando el ambiente de estímulos que se asemejen a los de las bombas. No hagamos que se relacione a la Virgen de los Remedios con la polución acústica, porque entonces inevitablemente concitaría la antipatía de muchos. Y la Virgen imagino que no es la que organiza todo ese escándalo.